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Lección de periodismo

  • Andrea Mendoza Trujillo
  • 25 abr 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 29 abr 2019

En mayo de 1921 el periodista, editor y propietario del diario Manchester Guardian y político británico, Charles Prestwich Scott, escribió un artículo de fondo para conmemorar los cien años de vida del rotativo, al que tituló “A Hundred Years”. Hoy en día, noventa y ocho años después, su texto todavía es reconocido en todo el mundo periodístico.


En ese artículo no solo hace referencia al papel tan importante que tienen los periódicos en la sociedad, sino que también enumera algunas de las características que deben poseer: honestidad, limpieza, coraje, imparcialidad y un sentido del deber hacia el lector y la comunidad. Sin embargo, no se explaya en ese concepto de imparcialidad que menciona, concepto que, más comúnmente se conoce como neutralidad. Por lo que, en este sentido, la pregunta que deberían hacerse los medios de comunicación es si tienen o no que ser neutrales.


El Diccionario de la Lengua Española define neutral como “que no participa de ninguna de las opciones en conflicto”. Ahora bien, todo aquel que todavía compra el periódico en el quiosco, o todo aquel que entra en Internet a leer el mismo medio digital todos los días, sabe que consume el mismo diario porque no duda en que va a encontrar las noticias y las historias tal y como las querría concebir o leer. Aquí entra en juego por parte de los lectores el sesgo de confirmación, la tendencia de una persona a favorecer la información que confirma sus ideas, pensamientos o suposiciones, independientemente de que estas sean verdaderas o no. Asimismo, esta preferencia también se aprecia en los propios periodistas ligados a los medios a los que trabajan y, a su vez, a la independencia de los mismos. Independencia que, Charles P. Scott define en su artículo como “una de las virtudes, quizás casi la principal de un periódico”. De este modo, se comprueba la complejidad de la neutralidad, ya que puede entenderse y adoptarse desde distintos puntos de vistas.


Los medios no tienen el derecho de apropiarse de los hechos, no son los protagonistas de los acontecimientos, solamente tienen el privilegio que les ha dotado la sociedad de ser los informadores oficiales. En esta línea, hay que destacar la idea del periodista británico que más ha resaltado desde su publicación “el comentario es libre, pero los hechos son sagrados”.

 
 
 

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